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Cambio climático archivos - José Miguel Torrebiarte

Rumbo a 2030: Potenciando industrias y abordando desafíos de la región

Por Reflexiones

En el marco de la reciente conferencia de la Corporación Andina de Fomento (CAF) sobre América Latina y El Caribe, se han abordado temas cruciales que impactan directamente en el desarrollo sostenible de nuestra región. Como profesional y persona, me siento inspirado por el llamado a la acción que esta conferencia nos ha presentado, especialmente en áreas fundamentales como la variación del clima la energía sostenible, la seguridad alimentaria y la infraestructura resiliente.

Sergio Díaz Granados, presidente ejecutivo de CAF, ha destacado la urgencia de proyectar planes a corto y largo plazo hasta 2026 y 2030. A pesar de las diversas estrategias implementadas en la región, los resultados actuales no cumplen con los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030. Este llamado a la reflexión nos impulsa a reevaluar y fortalecer nuestros compromisos para lograr un progreso real y sostenible en la región.

En nuestro compromiso con el medio ambiente, reconocemos la necesidad apremiante de reducir los efectos de la variabilidad climática. En este sentido, abogamos por la protección de nuestras grandes selvas y la preservación de la diversidad ecológica que nos caracteriza. En Progreso, nos comprometemos a implementar prácticas ecoamigables en nuestras operaciones, buscando constantemente reducir nuestra huella de carbono y contribuir al equilibrio ambiental que tanto necesitamos. Además, a través de AgroProgreso, desde hace dos décadas, se ha impulsado la reforestación de más de 26 mil 40 hectáreas a nivel nacional de bosques, principalmente en las cuencas de ríos, lagos y en las zonas donde se tiene presencia. La transición hacia la energía sostenible es otro pilar esencial en nuestro compromiso con el desarrollo. Reconocemos la importancia de aprovechar los recursos naturales de manera responsable y eficiente, y estamos encaminados a lograr una transición progresiva.

Asimismo, la seguridad alimentaria es un desafío que nos toca de cerca, ya que según la evaluación nacional de la seguridad alimentaria del 2023, 4.6 millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria. A partir de ello, Progreso toma participación en encontrar soluciones. Teniendo en cuenta el papel crucial que desempeña el consumo de maíz en Guatemala como un importante vínculo social, surge el programa Sistema Milpa. Este, tiene como objetivo mejorar las cosechas de maíz, proporcionando seguridad alimentaria y nutricional a las familias participantes. La iniciativa se enfoca en la relevancia cultural, utilizando semillas criollas cultivadas por generaciones. A través de capacitaciones y asesoría técnica, los pequeños agricultores en San Juan Sacatepéquez pueden aumentar su productividad para hacer frente a la inseguridad alimentaria.

En adición, a través de AgroProgreso, nuestra iniciativa de responsabilidad social, nos embarcamos en programas de reforestación de las cuencas de los ríos. La unidad proyecta producir 838 mil 880 árboles anualmente, de los cuales el 82% serán para donaciones y reforestación y el resto serán comercializados para proyectos agroforestales que generen ingresos a Agro Progreso y fortalezcan la capacidad de autosuficiencia financiera de sus viveros forestales.

Al cierre de esta reflexión, me gustaría invitar a todos los actores de la región a unirse a nosotros en este viaje hacia un futuro más sostenible. En Progreso, creemos que cada acción, por más pequeña que sea, contribuye al desarrollo general. Así como la construcción de un edificio implica colocar ladrillo a ladrillo, la construcción de un futuro sostenible implica esfuerzos continuos y colaborativos.

Recordemos siempre nuestro compromiso con el progreso en todo lo que hacemos. En cada paso que damos hacia adelante, en cada proyecto que emprendemos, estamos construyendo un futuro mejor para las generaciones venideras. La analogía de la construcción nos recuerda que, al igual que un edificio sólido se levanta con cimientos fuertes, nuestro progreso se construye sobre la base de decisiones sostenibles y acciones responsables. ¡Avancemos juntos hacia un futuro más sostenible y próspero para Centroamérica y El Caribe!

Construyendo sinergias hacia la prosperidad regional

Por Reflexiones

En mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de la emergencia sanitaria global por el COVID-19, un proceso que nos puso a prueba y nos exigió tomar decisiones bajo mucha presión en pro del bienestar común. Retrocediendo a ese tiempo, lastimosamente, muchas personas perdieron a sus seres queridos, cerraron sus negocios, perdieron sus empleos. Este fue un punto de inflexión en nuestras vidas, cargado de mucha incertidumbre, vulnerabilidad, resiliencia y esfuerzo. 

Hace poco se llevó a cabo la 26 Conferencia Anual CAF, un espacio que nos ha permitido abordar y debatir sobre los principales desafíos que enfrenta la región en el escenario global y que nos preocupan como sociedad. A partir de lo conversado en este evento, me quedo con cuatro grandes conclusiones para fomentar el desarrollo de la región.

Primero, si no queremos repetir la misma historia de los últimos tres años, para afrontar una próxima pandemia debemos prepararnos con anticipación. Entonces, es necesario analizar las diversas debilidades y aciertos de nuestro sistema, así como desarrollar una agenda cooperativa entre el sector público, privado y organizaciones sin fines de lucro para promover iniciativas multisectoriales que busquen cerrar las brechas y brindar una mejor calidad en los servicios de salud.

Segundo, es imprescindible que, ante la lucha contra los efectos de la variabilidad climática, podamos responder en conjunto. Para ello, se debe enfrentar al status quo, demostrando que somos capaces, creativos y resilientes, sí, pero principalmente, justos para abordar los desafíos para el cuidado de nuestro planeta. En ese sentido, considero muy importante que nuestras respuestas y compromisos en materia de adaptación y mitigación estén alineados a nuestras posibilidades y nuestras realidades locales.

Un tercer punto es la migración. Al respecto,  se señaló que las desigualdades y la falta de equidad exacerban la cantidad de migrantes, como los 45 millones de personas que se movilizaron internacionalmente en el 2022, según lo comentado en la conferencia. Dentro de este grupo, se encuentran aquellas personas indocumentadas, que por su mismo estado tienen limitaciones para el acceso a la bancarización. Por tanto, se resaltó la importancia de construir los canales para que obtengan sus papeles y así impulsar la inclusión económica para todas las comunidades.                                                                                                                                                                       

Por último, somos conscientes de que la pandemia aceleró los procesos de transformación digital en América Latina y el Caribe (ALC) para mejorar la competitividad de los sectores. Al respecto, la digitalización puede y tiene que ser el medio de la reactivación económica social, donde las niñas, adolescentes y mujeres tengan acceso a esta tecnología de forma ecuánime y equitativa. Para trabajar en ese punto, es esencial promover programas educativos que generen interés a las niñas en los temas de Ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas —o también conocidas como “STEM”-, así como también desarrollar soluciones junto a mujeres para así entender su perspectiva y las diferentes necesidades que se deben considerar con el objetivo de cerrar las brechas de género.

Sin duda, esta conferencia nos dejó una serie de reflexiones y aprendizajes que van en línea con los retos de esta nueva era hacia el trabajo colaborativo, donde es importante construir puentes y promover el diálogo en todos los ámbitos y niveles. Esto fomentará la creación de agendas comunes para el progreso, el bienestar, la sostenibilidad y, sobre todo, la consolidación de un futuro sostenible para las futuras generaciones.

Cambio climático vs. infraestructura: ¿qué pesa más?

Por Reflexiones, Sostenibilidad

La acción climática y la infraestructura no son tan diferentes. La primera busca solucionar un problema existente, mientras que la segunda debe ser capaz de sortear los efectos ocasionados por la variabilidad climática, que impacta a gran parte del mundo, sobre todo a países como los nuestros, con una alta vulnerabilidad, aún cuando contaminamos mucho menos, somos los más afectados. 

Muestra de esto es que en noviembre de 2020, los huracanes «Eta» e «Iota» dejaron grandes secuelas en países de Centroamérica, El Caribe y México y más de siete millones de personas fueron afectadas, siendo Guatemala uno de los países más golpeados, junto a Honduras y Nicaragua. 

Asimismo, la variabilidad climática no solo tiene efectos sobre el mismo clima, sino que se relaciona también con una serie de problemas que se generan en cadena como, por ejemplo, el desvío de recursos por parte de las naciones para solventar la destrucción que ocasiona cualquier inclemencia climática. En esta misma línea, de acuerdo con el Banco Mundial, hacia el año 2030 el cambio climático generará un aumento de hasta 300% en la pobreza extrema de América Latina y el Caribe (ALC). 

De esta manera, luchar contra los efectos climáticos es un camino largo, porque sus contrapesos son de gran envergadura y no es un problema que se vaya a solucionar de la noche a la mañana, ni siquiera en el país con más riqueza del mundo. 

Es un hecho que este fenómeno tiene efectos sobre la infraestructura, entendiéndose como hospitales, aeropuertos y carreteras, entre otros. En nuestros países, esto se ve reflejado en inundaciones que destruyen comunidades enteras y dejan a las personas sin servicios básicos ni un lugar donde vivir. Con todo esto, es aquí donde se genera un vínculo con la industria de la construcción, del cemento, sobre todo. Nuestro rubro juega un rol fundamental, porque tenemos el deber de impulsar el desarrollo de infraestructuras resilientes que puedan sortear los efectos del cambio climático mientras los países y sus administraciones trabajan arduamente en generar instancias e inversiones para hacer frente a los efectos que genera todo esto, camino que está lejos de ser corto. 

Con un aumento exponencial de los desastres naturales a nivel mundial, de acuerdo con el Banco Mundial, previo y durante un desastre natural es fundamental asegurar la resiliencia en infraestructura críticas, como energía eléctrica, agua y saneamiento, transporte y telecomunicaciones, principalmente, porque su buen funcionamiento es fundamental para un país y sus comunidades. Asimismo, permitiría aminorar el impacto en las cadenas de suministro de alimentos y bienes de uso esencial, al mismo tiempo que permiten que las empresas fundamentales puedan seguir entregando sus servicios a la población, protegiendo el empleo y las familias que hay detrás de cada puesto de trabajo. 

En términos locales, Guatemala está en proceso de agrandar su infraestructura. Si bien lo anterior muestra quizás un retraso en comparación con otros países, viéndolo desde otro punto de vista, es una oportunidad, porque nos permite concentrar los esfuerzos, hoy, en que la infraestructura que se levante tenga un componente importante en cuanto a su resiliencia, generando un beneficio directo e indirecto en la calidad de vida de las comunidades. 

El foco tiene que estar en la infraestructura, porque es lo que nos sostiene y puede ayudar en el futuro para enfrentar las inclemencias del clima de mejor manera y seguir creciendo como país, como sociedad y como personas resilientes.