Mientras algunos municipios aceleran su paso hacia el progreso, otros tienen desafíos pendientes respecto a mejorar sus niveles de competitividad
Si tuviéramos que señalar un municipio que ha logrado capitalizar- durante el 2024- la inversión en infraestructura, sería San Miguel Petapa. No solo ha atacado el desafío vial con soluciones como la construcción de un nuevo paso a desnivel, sino que estas obras le han permitido reducir tiempos de traslado y mejorar significativamente la movilidad en la ciudad. Estas acciones lo posicionan en el segundo puesto en competitividad local según el ICL (Índice de Competitividad Local) 2024.
En el contexto guatemalteco de 2024, la infraestructura se convirtió en el lenguaje universal del progreso municipal. Pasos a desnivel, proyectos de conectividad y alianzas público-privadas no son lujos, son necesidades fundamentales para la competitividad. Cada kilómetro de carretera mejorada, cada intersección optimizada, ha representado una inversión directa en la calidad de vida de los ciudadanos y en la atracción de inversiones.
Sin embargo, la realidad es desafiante. Aunque el ICL 2024 revela que el 93.8% (319) de municipios del país han mostrado mejoras en su calificación de infraestructura con respecto al año anterior, el desarrollo sigue siendo desigual. Mientras un pequeño grupo de municipios (34) alcanza niveles de competitividad relativamente altos, con más de 60 puntos, la gran mayoría (278) aún enfrenta un desafío significativo: no quedarse estancados en el rango medio de 40 puntos de competitividad local.
Proyectos como el Anillo Regional C-50 y las iniciativas de alianza público-privada, como el Fondo Revolvente para la Preinversión en Infraestructura (FIP), han enfrentado obstáculos significativos. A pesar de su potencial para destrabar e impulsar proyectos en sectores como transporte, movilidad, agua y saneamiento, el fondo no ha logrado despegar debido a limitaciones en la coordinación interinstitucional y desafíos en la implementación operativa. Este escenario refleja uno de los principales desafíos para el desarrollo de infraestructura en Guatemala: la brecha entre la planificación y la ejecución.
Aunque existen mecanismos diseñados para agilizar inversiones clave, la falta de coordinación entre sectores, los procesos burocráticos y la ausencia de un seguimiento adecuado terminan por frenar su implementación. Mientras estas barreras no sean superadas, la competitividad del país seguirá viéndose limitada, afectando tanto la movilidad como el acceso a servicios esenciales para la población.
La inversión en infraestructura no puede verse como un gasto, sino como un motor de transformación. Cuando un municipio mejora su conectividad, reduce los costos logísticos para los empresarios, atrae nuevas inversiones y genera un círculo virtuoso de crecimiento económico. El verdadero desafío no es solo construir, sino hacerlo de manera estratégica, integrando las necesidades de los ciudadanos con el potencial económico local. Más allá de las cifras, un municipio competitivo se mide por su capacidad de transformar las necesidades de su gente en soluciones reales
Aunque el progreso ha sido desigual, el hecho de que todos los municipios hayan mejorado en infraestructura demuestra una conciencia cada vez más firme sobre su papel estratégico para generar bienestar real en nuestra comunidad. Por eso, 2025 debe ser un año de decisión. No podemos seguir postergando lo esencial. El Anillo Regional C-50 y una agenda sólida de preinversión deben avanzar con la urgencia que exige el país. Es momento de que la infraestructura deje de ser una aspiración pendiente y se consolide como el soporte real y sostenido de nuestro desarrollo.