Emprender un negocio de éxito dejó de ser, desde hace tiempo, sólo cosa de unos pocos privilegiados y en ningún lugar es más evidente que en América Latina. El emprendimiento está en alza en todos los países latinoamericanos, gracias en parte a sus economías en crecimiento y a las situaciones deseables para los nuevos propietarios de negocios. Es así que América Latina se encuentra dentro de las regiones más emprendedoras del mundo y de momento no parece que esto vaya a cambiar.
Mejora del financiamiento público e inversión en sectores industriales que fomentan en gran medida el crecimiento de nuevas empresas, son tan solo algunas de las principales razones que convierten a latinoamérica en el lugar idóneo para iniciar un nuevo negocio y generar empleo para muchos. No obstante, existen grupos de personas que se encuentran limitados al no poder disfrutar de estas oportunidades económicas, sociales, culturales y políticas existentes en la sociedad debido a la brecha de exclusión social.
Cuando una sociedad no reconoce el mismo valor a todos sus integrantes, se debilitan los cimientos básicos de la dignidad, porque se limitan sus posibilidades de que salga adelante por su propio esfuerzo, al no tener las mismas oportunidades. Tengamos en cuenta que la exclusión social no se limita a un solo ámbito, sino a otros, como la edad, sexo, etnia, o incluso la discapacidad. ¿Pero cuáles son los rasgos esenciales de una sociedad inclusiva y por qué debemos trabajar para construirla?
El comienzo de una sociedad inclusiva debe partir por adaptarse a las distintas personas y enfocarse en ofrecerles a todas, sin distinción, las mismas oportunidades de desarrollo y bienestar, sin preguntar su nacionalidad, color o religión. En una sociedad inclusiva, la diversidad debe de ser natural, a la vez de ser percibida como una oportunidad.
Según el XII Censo Nacional de Población y VII de Vivienda, en Guatemala se encuentran 1.4 millones de ciudadanos con alguna discapacidad. En este sentido, en el país operan una serie de programas de apoyo a la inclusión de personal con discapacidad en conjunto con agencias de cooperación internacional. En esa línea, el Centro para la Acción de la Responsabilidad Social Empresarial en Guatemala, CentraRSE, elaboró el año pasado una guía con una metodología para la inclusión laboral que esboza ocho pasos esenciales para que los empresarios desarrollen programas integrales de inclusión laboral.
Está demostrado que una cultura laboral diversa e inclusiva genera un impacto muy positivo dentro de las empresas, fomenta el trabajo en equipo y refuerza el compromiso de los empleados con los valores corporativos. Lograr una mejor calidad de vida en grupos vulnerables es el principal objetivo que deben de incorporar los emprendimientos inclusivos de la sociedad guatemalteca. Por ejemplo, este mismo año, con el objetivo de apoyar a personas de grupos más vulnerables, a través de la Fundación Carlos F. Novella, 35 emprendedores de San Juan Sacatepéquez participaron en la “Isla de Aprendizaje”, promoviendo nuevas formas de adquirir conocimientos sobre negocios.
Las sociedades avanzadas deben asegurar, ahora más que nunca, el bienestar social de todas las personas. El único modelo posible de colaboración en nuestra sociedad guatemalteca es aquel que busca un equilibrio para que todas las personas cubran sus propias necesidades, en contra del modelo de la competencia y enfoque absoluto en obtener dinero, sin importar cómo se gana.
Una sociedad madura, entidades e instituciones proactivas, pueden ser la base para emprender el camino hacia la buena práctica de ser inclusivo y contribuir a reducir la incertidumbre y aportar seguridad a los distintos protagonistas de esta realidad social. En ese sentido, para potenciar su desarrollo deberíamos brindar una igualdad de oportunidades a las distintas personas, reconociendo y validando sus derechos, capacidades y habilidades, sin olvidar que todos somos fundamentales para construir el país que todos deseamos.